miércoles, 25 de noviembre de 2009

EL OMBLIGO DEL MUNDO


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El viento yergue campesinos alados
sobre la tierra momificada.
Cráneo contra cráneo,
nació el amor, se evaporó la náusea.


Las calles se deslizaban
deshaciéndose en el agua.
Perros de lata husmeaban la basura
y ese vaho los regaba,
mientras crecían y crecían
impregnados de lunas
y tejados muertos.
Las casas se derramaban.
El mercado era un acueducto de voces,
un permisivo enfoque de miradas.
Un semen lavado y ebrio
comía las rendijas de la noche.
La saliva era nubes de pechos erizados.
Caían brazos, piernas,
ojos en torrentes.
Esa noche la sangre
lavó la pupila humana.
Y ya no hubo cuentos
ni cobijas donde ocultar los huesos.
Sólo un hueco que gemía.
Una mujer.
Entre sus piernas un nacimiento.
Una gota para perpetuar el alba.


C G

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